La evaluación formativa se utiliza como una estrategia de mejora y para ajustar los procesos educativos, con el propósito de comprobar el logro de los objetivos de aprendizaje y/o las expectativas previstas.
La base del proceso evaluativo es la definición de los criterios de calidad, ya que determina sus aspectos centrales: el desempeño esperado, sus distintos niveles, los resultados de la prueba y la retroalimentación.
Neus Sanmartí (2005):
“La primera característica que ha de tener una evaluación que pretende favorecer el aprendizaje es que pueda ser percibida por los estudiantes como una ayuda real, generadora de expectativas positivas.
Pero el problema didáctico que se nos plantea a los profesores es el de cómo conseguir que esta expectativa se cumpla, es decir: que la evaluación promueva que se aprenda más y mejor y, además, encontrar placer en ello.”
La tradicional prueba escrita o “lápiz-papel” cabe en la categoría de las llamadas “evaluaciones basadas en preguntas”, y sigue siendo una herramienta válida de evaluación, a veces necesaria en variados entornos del aprendizaje.
Sin embargo, en los últimos años han surgido otros tipos de pruebas lápiz-papel en una modalidad on-line, haciendo que la experiencia del estudiante sea considerablemente más dinámica o entretenida y que, a diferencia de las pruebas tradicionales, pueden ser catalogadas como “activas”.
Entre las más conocidas está Kahoot!, una plataforma que proporciona distintas herramientas para la gamificación, el aprendizaje profundo y la realización de pruebas.
Las pruebas lápiz-papel de Kahoot! son construidas como un concurso entre los participantes, donde el elemento competitivo funciona tan bien que ni en la modalidad presencial el docente debe preocuparse de la copia entre estudiantes.
Tiene, además, la ventaja de que la retroalimentación es instantánea, ya que luego del tiempo asignado para cada pregunta, la plataforma muestra el porcentaje de los estudiantes que acertaron y de los que no lo hicieron.
Es también la herramienta precisa para la comprobación ad-hoc de aprendizaje y comprensión, creando la oportunidad para que el docente refuerce o explique aquellas ideas o contenidos que no fueron entendidos o correctamente incorporados por los estudiantes.
Las metodologías activas de aplicación, como el estudio de casos, aprendizaje basado en problemas y aprendizaje basado en proyectos, entre otros, requieren métodos de comprobación del dominio cognitivo denominados “basado en ejecuciones” como, por ejemplo, las disertaciones, exposiciones, portafolios, etc.
Su propósito es evaluar lo que los estudiantes son capaces de hacer y eminentemente prácticas.
Se evalúan contenidos procedimentales, actitudinales, y se verifica el dominio de determinadas competencias, habilidades, destrezas o aptitudes, mediante la observación del desempeño del estudiante en la realización de señaladas tareas o actividades.
Para tal propósito, en los cursos que utilizan algún tipo de metodología activa, los estudiantes serán evaluados basado en un trabajo realizado y de acuerdo con una pauta de observación y/o rúbrica de desempeño, entregada con anterioridad.
De este modo, los estudiantes saben con anticipación cómo y con cuáles criterios serán evaluados.
En el caso de ser necesario, y como apoyo al correcto desarrollo de una tarea, estas pautas pueden ser acompañadas por una guía de aplicación paso-a-paso, una herramienta práctica que permite estructurar el trabajo solicitado de una manera lógica y de acuerdo con los criterios de evaluación.
